martes, 4 de diciembre de 2007

Opinión

Opinión publicada en el diario el viernes 30 de noviembre.


UN CONTROL PERMANENTE E INVISIBLE


Ya lo señalaba en una columna algunas semanas atrás, a propósito del episodio “wena naty”, estamos viviendo el tránsito turbulento de una sociedad disciplinaria a lo que se denominó por el filósofo Gilles Deleuze como sociedad de control, donde la tecnología sirve como herramienta o mecanismo de control permanente sobre los individuos al punto de que el lugar abierto es un lugar de encierro continuo, no físico como antaño sino como una nueva cartografía donde la ciudad se presenta controlada por nuevos dispositivos modulables y constantes.
Es decir, las personas actualmente vivimos en una constante y permanente observación de nuestras conductas y de nuestras pociones físicas en el especio abierto, como en aquellas premonitorias obras de Orwell, Huxley, Kafka o Burroughs, a merced de la mirada omnipresente de un poder diversificado o en incesante modificación, lo que hace imposible su detección y en definitiva ilusa cualquier disidencia o rebelión, lo que por cierto favorece a los nuevas tecnologías de producción donde destaca la empresa como alma difusa que reemplaza a la fábrica y por cierto a la dualidad empleado-patrón.
Corolario de lo anterior, viene a ser que hoy prácticamente se ha perdido la privacidad, aquel último espacio personal, protegido, infranqueable con que contaban los individuos y que en una sociedad de disciplina era el espacio de construcción de otras formas de docilidad, pero que se diferenciaba claramente de los espacios cerrados y unidireccionales de disciplina y observación panóptica como eran las instituciones totales (la cárcel, la fábrica, el manicomio, etc.), donde al menos existía una noción de límite y por lo tanto de resguardo lo que a su vez nos llevaba a abrazar con candidez la idea de la libertad que nos era otorgada como una preciada ilusión o espacio a alcanzar.
Hoy la vida de las personas se muestra en su grosera desnudez por televisión o en las portadas de los diarios, se encierra gente en espacios cerrados ficticios para que practiquen las más pedestres costumbres y se presentan como reality show, los canales de televisión nombran “reporteros” a su público en la caza incesante de imágenes, las farmacias nos piden nuestros datos que ingresan a bases digitales donde nuestras más sórdidas dolencias quedan clasificadas para quién sabe qué uso, las cámaras de vigilancia registran todos nuestros movimientos, las millones de tarjetas de crédito que simbolizan el dinero sin dinero registran nuestros gustos y secretos, internet de pronto de transforma en una trampa, en una red que atrapa a quienes creen en nuevos espacios de libertad digital en el espejismo constante de las creencias humanas.
Umberto Eco en un cáustico análisis de esta nueva época en su libro “A pasos de cangrejo”, reflexiona sobre la total pérdida de la privacidad y de aquella inveterada idea matriz de límite sin la cual los antiguos imperios y civilizaciones no habrían podido sobrevivir y que hoy aparece como una vetusta fantasía en el paredón de la globalización.
Recuerdo hace algunos años aquella acción de arte que se realizó en Santiago que se conoció como la “casa de vidrio”, donde una mujer llevaba una vida normal dentro de una casa que tenía la particularidad de ser transparente y que por lo tanto dejaba al descubierto la desnudez de la vida cotidiana de su protagonistas ante el fisgoneo incesante de los transeúntes. Si bien su repercusiones fueron más bien mediáticas y de índole arquitectónico, resulta hoy interesante desde la visión de la anulación de las distancias y la supresión de los límites mediante la tecnología, así como la instalación de un poder sin afuera. Justamente lo que hoy parece como un tránsito resuelto hacia una nueva racionalidad.
Alguien, con plausible razón, podrá decir que esta disquisición resulta un tanto paranoica pero sería interesante darle una vuelta a la portada de diarios que suben la privacidad de los sujetos captada por las nuevas “máquinas” o leer el proyecto de seguridad alcanzado por la unanimidad del espectro político que contiene el uso de brazaletes electrónicos u observar las manifestaciones callejeras en Europa protagonizadas por cientos de jóvenes desempleados marginados de los antiguos sistemas de producción locales y reemplazados por la economía global. Definitivamente las cosas han cambiado.

Raúl Palma O.

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