martes, 18 de diciembre de 2007

Opinión

Columna aparecida en el diario Chañarcillo el viernes 7 de diciembre.


EDUCACIÓN COMO PAZ SOCIAL

El martes recién pasado se llevó a cabo en la Universidad Santo Tomás un foro panel sobre la responsabilidad penal adolescente donde intervine junto a dos distinguidos colegas y en que pudimos debatir una serie de tópicos relacionados con la adolescencia y la infracción penal y sus consecuencias jurídicas, criminológicas y políticas.
Ciertamente este es un tema complejo que cruza distintas áreas y que puede ser abordado etiológicamente desde diversas ciencias sociales. Por de pronto, la pregunta acerca de por qué los adolescentes delinquen y tienen comportamientos desviados socialmente se instaló en un animado debate donde se expusieron teorías y experiencias desde los ámbitos judicial, de la persecución penal y de la defensa, además de la valiosa participación del público.
Sin embargo un punto en el que coincidimos todos se transformó en una suerte de hipótesis que dejamos abierta, entre otras, para un futuro debate: la educación como factor de paz social. Sea cual haya sido la tesis que los contertulios planteamos existió convergencia en que la prevención, es decir la actividad organizada, planificada y coherente del Estado en orden a evitar que los adolescentes caigan en la infracción penal debe propender a una mejor educación que entregue las herramientas suficientes para que estos sujetos en evolución y desarrollo biológico, emocional, psicológico, etc., puedan convertirse en personas íntegras y en armonía consigo mismas.
En ese sentido las últimas noticias en esta materia en nuestro país sobre el acuerdo político transversal en la reforma a la educación y el resultado a nivel internacional en el informe PISA son buenas noticias, en el sentido que en lo concerniente a educación en Chile se han hecho y se siguen haciendo importantes avances que en un futuro próximo deberían ir mostrando resultados relevantes. La educación es una apuesta a largo plazo así como son todos los proyectos que apuntan a construir una mejor sociedad.
En este sentido un país con una educación de dudosa calidad (por lo que se entrega, por la actividad del Estado en la materia o por la calificación de quienes la imparten) y que además perpetúa la diferencia social adquirida en la familia es una mala educación y no tiene un sentido de progreso social sino tan sólo el espurio afán de mantener un inmovilismo social afín a un modelo excluyente que polariza las diferencias de las personas y propugna un status quo de dominación y control de importantes masas marginadas de una democracia igualitaria.
Pero además de todo lo anterior, una buena educación a mi juicio, no es un mero dispositivo de disciplina ni tan sólo un aprendizaje curricular en que se entregan conocimientos que se enfocan a desarrollar el conocimiento y un razonamiento mínimo de acuerdo al paradigma cartesiano, sino que es necesario también educar la conciencia y las relaciones sociales de manera que las personas por ejemplo sean capaces de solucionar sus conflictos pacíficamente, de forma armónica, escuchándose y no recurriendo a la violencia individual ni a la violencia legítima del Estado. Como señalaba Francisco Varela, se requiere educar y desarrollar la empatía.
Estoy seguro que una sociedad que prioriza una buena educación que mire al individuo integralmente, como ser social en una era ciber-tecnológica y que es capaz de ofrecerla a todos sus miembros indistintamente provocará la transformación capaz de reducir los niveles de ansiedad-miedo colectivo y por cierto la violencia y la hostilidad en particular de los jóvenes haciendo innecesaria la corrección o la reinserción como expresión ideológica de la política criminal.

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