lunes, 5 de noviembre de 2007

Opinión de Cury

El conocido penalista Enrique Cury publicó esta interesante opinión en El Mercurio, el día de ayer.

Qué hacer con la delincuencia?
Enrique Cury U.

Hace algún tiempo, con motivo del asesinato del carabinero Moyano, entrevistaron en este mismo medio al General Director de la institución. Al terminar sus declaraciones, refiriéndose a posibles modificaciones legales destinadas a endurecer las penas, el general Bernales comentó, como de pasada, que él no estaba seguro de que los delincuentes supieran cuáles eran las penas contempladas en la ley para los delitos que cometían.
Esas palabras del General Director de Carabineros pasaron prácticamente inadvertidas, salvo porque se les concedió un titular en la primera página del diario. Pero ahora, el director ejecutivo de la Fundación Paz Ciudadana, al que también se ha entrevistado con motivo de iniciativas que buscan fortalecer el combate contra la delincuencia, ha observado, prudentemente, que es poco lo que se puede hacer en ese sentido mediante reformas legislativas. Destacando la multiplicidad de factores que convergen en la generación de los delitos y, consiguientemente, la escasa pertinencia de medidas adoptadas de prisa, como reacción a la coyuntura, el señor Baytelman ha puesto el acento en la necesidad de una mejor implementación de las actividades encaminadas a luchar contra la criminalidad, realizadas, además, sobre la base de estudios esmerados que procuren información empírica fiable sobre la eficacia de las medidas que se piensa adoptar. Si lo expresado por el general Bernales no suscitó reacción fue, seguramente, a causa de la forma sutil y un poco desesperanzado en que lo manifestó. Lo dicho por Baytelman, en cambio, ha suscitado reacciones en parte de desaprobación y en parte defensivas de los distintos actores comprometidos, pues, aparte de que sus declaraciones fueron claras, el gerente de Paz Ciudadana es una figura que ha tenido una actuación relevante en la implementación de una legislación modernizada, de la que el ejemplo más notorio es, sin duda, la reforma procesal penal.
Si bien se mira, sin embargo, la duda del General Director de Carabineros dice, en el fondo, lo mismo que sostiene Baytelman. Creer que se erradicará el delito sirviéndose de leyes que establecen penas exorbitantes o, simplemente, "endureciendo la mano" represiva, es una pura ilusión que no ha de llevarnos lejos y que sólo sirve para generar en la opinión pública la impresión falsa de que por fin se está enfrentando el problema de manera responsable y eficaz.
Lo primero que debiéramos tener claro es que una sociedad sin delito no es más que utopía. Lo que puede conseguirse, en el mejor de los casos, es una disminución de la delincuencia que sitúe su tasa a niveles compatibles con una convivencia pacífica en la que los ciudadanos puedan desarrollar su personalidad en un ámbito de tranquilidad razonable. Pero aún este resultado acotado sólo es posible alcanzarlo si se tiene además en cuenta, como acertadamente sostiene el señor Baytelman, que el delito es un fenómeno multifactorial. Por esto, para combatirlo con alguna eficacia es necesaria una investigación prolija y bien diseñada que, finalmente, nunca nos entregará tampoco resultados definitivos y estables, porque la criminalidad es algo dinámico, cuya cambiante fisonomía se va modificando conjuntamente con la del acontecer social.
Es comprensible que la comunidad, asustada por el recrudecimiento de hechos delictuales que parecen poner en peligro la paz comunitaria e individual, reclame soluciones de corto plazo. Pero no las hay, y ofrecerlas no es más que un gesto de retórica política que sólo conduce a fracasos y a la consiguiente sensación de frustración colectiva. Este es un asunto en el que hay que comprometerse seriamente y, como en medida apreciable lo ha intentado hacer precisamente la Fundación Paz Ciudadana, hay que luchar por explicar mejor la naturaleza y los orígenes del problema, buscando evidencia de buena calidad que avale eventuales acciones tendientes a reducir su incidencia en la vida del ciudadano de a pie que es, por lo general, el que resulta más afectado por la proliferación de la criminalidad.
La tarea de encontrar el camino adecuado no es fácil, y está amenazada siempre por la tentación de franquear el paso a gestos, actitudes teatrales pero infundadas e inútiles. Por eso, aquí como en pocos campos de la actividad pública se requiere fortaleza y decisión políticas a fin de encauzar correctamente los esfuerzos destinados a conquistar, trabajosamente, parcelas de tranquilidad para los participantes en la convivencia. Debiéramos poder esperar que aquellos a quienes está confiada la cosa pública serán capaces de acometer esa ardua labor.

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